Hace quince años, cada libro que caía en mis manos era devorado por las ciegas ansias de leer, tampoco era que fuera muy culto o que me sintiera tocado por el dedo de Dios, era que me gustaba y como tampoco tenía mucho dinero ocupaba lo poco que me llegaba para comprar cuanto libro usado o barato estaba a mi alcance, también estaba abierto a la donación de propios y extraños, por eso acepté el regalo del papá de un amigo que, conociendo mi afición por la literatura me regaló dos libros de segunda mano, uno de ellos fue el Otoño del Patriarca de Gabriel García Márquez (una edición de lujo con pasta dura verde que todavía conservo como un tesoro) y el pequeño librito «La vuelta al día en 80 mundos» de Julio Cortázar.
Ya en la etapa de universitario y aspirante a periodista, publiqué en la desaparecida revista “Este Sur”, ―cuya sección cultural coordinaba Héctor Cortez Mandujano―, un artículo inspirado en uno de los textos de este último libro, el artículo que se perdió en el tiempo, se refería a los hapennings o performances que estaban de moda en mi facultad (en serio, mucho de el “aquello” cultural sobrevive a lo snob que tanto combate), algo podría recordar de aquellas líneas, “Happenings, performances o simplemente catarsis “, y era precisamente que estas instalaciones teatrales tenían el objetivo claro de mover la conciencia de quienes lo presenciaban.