Peligro y violencia en frontera sur

Prevalecen los asaltos carreteros a indocumentados

*En lo que va del año van 3 salvadoreños muertos en territorio mexicano

René R. Coca
Corresponsal

Tapachula, Chis., 29 JUL (SRN).- A pesar de que el maltrato a los migrantes por parte de las autoridades mexicanas ya no es preocupación por la concientización que han recibido a través de sus superiores, ahora la principal inquietud de los cuerpos consulares es la prevalencia de los asaltos que sufren las personas migrantes durante su recorrido hacia los Estados Unidos.
Así lo dio a conocer el Cónsul de El Salvador Nelson Cuellar quien precisó que en lo que va del presente año han fallecido tres personas de su país en territorio mexicano, víctimas de asaltos a mano armada, pero que los índices de robos son frecuentes hacia los migrantes quienes en realidad llevan pocas pertenencias de valor y escaso dinero.
El diplomático mencionó que derivado de las reuniones con las corporaciones mexicanas donde se exponen las diversas problemáticas con las que se encuentran los migrantes como abuso de poder, violencia en sus diferentes manifestaciones y violación a los derechos humanos, este tipo de delitos ha disminuido afortunadamente para este grupo vulnerable.
Sin embargo, Nelson Cuellar expuso que los asaltos en los caminos de extravío son derivados de bandas organizadas tanto de lugareños como de los mismos grupos de migrantes que han visto en esta actividad ilícita una forma de captar dinero y poder.
El representante de los salvadoreños establecido en esta ciudad tapachulteca invitó a las propias policías mexicanas a efectuar operativos que detengan este tipo de delincuencia, no solo por el bienestar de los migrantes sino de quienes puedan ser víctimas de los asaltantes bien organizados.
SRN/LDL.

La frontera invisible

Fluye en frontera mercancía y virus
Reforma/Daniela Rea / Enviada (27 julio 2009).-
Mientras las autoridades migratorias buscan en el sistema el promedio diario de flujo por este lugar, debajo de su oficina y enfrente de ellos han pasado sin ser contadas decenas de personas, verduras, ropa, cobijas, e incluso armas.

Aquí, en el Río Suchiate, la frontera es invisible. Existe sólo en el cambio de moneda o en el nombre de la cerveza que se bebe para calmar el calor. Y, si es posible que cada día crucen alrededor de mil personas sin documentarse (más los mil en promedio documentados), cientos de kilos de alimento y mercancías y hasta armas, todo tan visible, qué esperar de los virus.

Debajo de los agentes migratorios, hombres semidesnudos cruzan el río cargando en sus espaldas costales de frutas, verduras y mercancía sin documentar, para evitar impuestos, como unas hormiguitas apoyadas en un bastón para evitar que la corriente se los lleve.

Enfrente de sus oficinas, por el puente fronterizo, otros más cruzan a pie o en carro. Como los muchachos de la camioneta lobo negra, con truenos pintados en sus costados y placas de Guatemala, que a unos cuantos metros del registro migratorio bajaron dos armas -un rifle y una pistola– las envolvieron en bolsas de plástico negras y se las dieron a unos jóvenes que se fueron hacia el río.

Esta es una frontera invisible. Y ese, un virus invisible.

Walter Caso es el responsable de la Organización Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria. Su oficina es un pequeño módulo que fumiga en promedio 120 autos diarios que viajan de México a Guatemala.

Aunque tiene rótulos de la influenza porcina –ni siquiera han actualizado el nombre del virus– y de cómo se verían los marranos si estuvieran contagiados, los químicos pestilentes que arroja sólo matan langosta voladora y de palmera, cochinilla rosada y escarabajo de cuernos largos.

Guatemala hace frontera con el país donde se dio a conocer el virus de la influenza humana, el que puso en alerta al mundo entero y que después sufrió discriminación por ello. El país del cual científicos no entendían cómo aquí causaba muertes en mayor proporción que en otros: México.

«Estamos pegados al País que más casos tiene; deberían nuestras autoridades de sanidad tener más restricciones», dice Caso.

A unos cuantos metros, junto al módulo migratorio, hay un minirregistro de enfermos. Una carpa improvisada que parece más bien escondida, sin ningún letrero que la señale como filtro sanitario. Después de 40 minutos, la responsable que salió a comer regresa.

Dice que en tres meses ha registrado a cientos de personas y, «gracias a dios», todos van sanos, salvo algunos que cruzan con gripa. El virus invisible.

Ya en la parte de México, las autoridades de Sagarpa explican que los sábados descansa el virus y el filtro sanitario. «¿Cómo vamos a creer que existe si no se ve que les importe el control?», dice el fumigador en su papel de ciudadano de a pie, ese que desconfía de las autoridades.

Mientras fumiga la camioneta negra guatemalteca con truenos pintados en sus costados, los jóvenes salen del río con las bolsas negras donde cargaron las armas y aguardan a que la troca cruce. Junto a ellos, decenas de personas y mercancías han pasado sin ser contados. Esta es la frontera invisible.